Habitar las sensaciones. El camino más corto de regreso a casa.
Las sensaciones: el lenguaje de la Vida en el cuerpo. A menudo queremos escuchar el cuerpo y comprender sus síntomas sin sentirlo, cuando son las sensaciones su lenguaje y toda indicación de que se requiere de nuestra presencia.
Escuchar el cuerpo significa sentirlo; y sentirlo implica tener la mayor parte de la atención puesta en él y sus sensaciones y dejar de atender tanto a todos los pensamientos que pasan por la mente.
Sentir ha sido nuestro lenguaje desde el vientre materno, el lenguaje de Vida genuino con el que nacemos.
Es un regalo y la mayoría llegamos a la edad adulta habiendo olvidado, (aparentemente) cómo escuchar y atender la Vida que somos porque hemos desarrollado un miedo tremendo a sentirnos de manera consciente.
Las sensaciones son, sencillamente, energía en movimiento y transformación. Cuando nos resistimos a atenderlas se genera mucha tensión que nos contrae, nos encarcela y nos comprime generando mucho malestar.
El camino de transformación más directo que he podido experimentar hasta ahora radica en sentir plenamente, abrazar la sensación sin querer que cambie, sin querer saber de dónde viene y qué puedo hacer para que se vaya y dejar que se exprese y se desarrolle completamente.
Porque en esa escucha, en ese sentir consciente, se encuentra también una comprensión profunda, que va más allá de lo racional, que conecta todas las dimensiones que somos en esta experiencia humana: física, energética, mental, emocional y espiritual.
La evolución es inmediata con una conciencia que atestigua, acoge y acompaña con amor lo que dentro acontece.
¿Cuánto te permites realmente descansar, parar, sentirte y experimentar qué nace aquí y ahora más allá de lo que dicta la mente inquieta y tan condicionada?
Permite que la mente se aquiete para explorarte con curiosidad, dejando a un lado las ideas, tu historia personal. Y lo cierto es que, abrirnos a sentir sin censura, sin tantas condiciones… nos da mucho miedo…
Tenemos miedo a sentir porque durante nuestro desarrollo nadie nos ha reCORdado la importancia de mirar hacia dentro… nadie nos ha enseñado a reposar nuestra atención en el sentir y dejarnos sorprender por cómo se transforman esas sensaciones, ¡¡constantemente!! y experimentar la paz profunda que nace cuando podemos intimar con nuestra experiencia tal cuál es, SENTIRnos con presencia, … y ser testigos de cómo emerge el amor y una conmovedora alegría de vivir, de sabernos vivas, plenos…
Experimentar esta dicha de sentir(nos) es, en realidad, una decisión constante de donde pongo mi atención.
Una decisión de abrirnos a la vida, a sentirla CONSCIENTEMENTE a través nuestro (porque, de hecho, no hay manera de no sentirla); de llevar nuestra atención al presente, aquí y ahora. Es una decisión constante (e igual de lícita que la de no hacerlo).
Y sí, hay veces en las que nuestro Sistema Nervioso está tan desregulado que necesita espacios seguros y de confianza donde poder, poquito a poco y a su ritmo, abrirse al sentir conscientemente, dando espacio a su energía vital, tan encapsulada, tan encarcelada… y aprender recursos para acompañarse en ese proceso. Espacios de presencia donde no hay nada que forzar ni ningún lugar a dónde llegar. Tan sólo acoger(se).
Parar y respirar para reconectar con aquello que anhelamos profundamente, lo que se encuentra ya aquí, en el descanso de este instante presente; en atestiguar esta sensación de SER, que emerge en la parada, en el reposo de tu atención en la respiración y en las sensaciones, en lo que ahora ES… esta PRESENCIA VIVA que somos.
Nos abrazo con todo lo que somos y transitamos… Cálido, profundo.